EN RECUERDO A MI JILGUERO

Desde pequeño crié
a un muy noble pajarito,
era un bello jilguerito
que con el tiempo adiestré.

Era alegre y saltarín,
de belleza sin igual;
de plumaje señorial,
además, muy cantarín.

Conmigo comunicaba
con idioma misterioso,
con sonido prodigioso
cada instante me llamaba.

Decía chiquititillo,
y algunas, chiquititín,
y otras veces Paquillo,
entendía por chipilín.

Cuando él me reclamaba
siempre yo presto acudía,
porque pronto yo sabía
que algo necesitaba.

De mi casa la alegría
era el precioso animal,
también le pasaba igual
al que de fuera venía.

Bastante yo lo quería
a mi esposa igual pasaba,
y de cuidado que estaba
hasta gloria le ponía.

Pero un mal día enfermó
y muy triste se ponía,
perdiéndose su alegría,
y sin cante se quedó.
Los días fueron pasando
y su salud se mermaba,
y bajito me llamaba.

Su vida estaba acabando.
El animal intentaba
comerse su alimento
y ya casi sin aliento
con tristeza me miraba.

Me miraba fijamente
como si decir quisiera:
no te vayas de mi vera
que está llegando mi muerte.

El día de los difuntos
cuando yo me levanté,
ya sin vida lo encontré.
Ya jamás, estaríamos juntos.

Con dolor y mucha pena
en la playa lo enterraba,
con amargura dejaba
allí enterrado en la arena
a quien yo tanto estimaba.

Francisco García García

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